Un Escritor a la altura de la vida

El escritor estadounidense autor de la Trilogía de Nueva York, falleció hoy a los 77 años en los Estados Unidos.

A pesar de su fama no todo el mundo conoció a Paul Auster, el genial escritor estadounidense fallecido hoy. Otros, en cambio, cuando nos enteramos de su muerte en Brooklyn (Nueva York) a los 77 años, sentimos una especie de abismo del que salimos en breves zancadas de silencio.

Auster padecía de cáncer de pulmón y se encontraba en tratamiento desde el año pasado. Murió acompañado de su esposa, la también novelista Siri Hustvedt, con quien vivió una historia de amor marcada por la tragedia tras la muerte de su hijo Daniel Auster por una sobredosis accidental de drogas. Tiempo atrás, Daniel había sido acusado de la muerte accidental de su hija, Ruby de 10 meses. Así de duro.

Ahora, sin importar cuando usted lea esa noticia, concédame una licencia para decir algo muy claro y concreto: hay que leerlo.  Auster despejó los caminos de la literatura contemporánea. Escribía (escribe) con un estilo transparente… solar.

En “La música del Azar” (Anagrama, 1980), por ejemplo, puso en escena a la casualidad y la desnudó por completo, la liberó de sus trampas y nos descubrió que detrás de cualquier acontecimiento puede anidar la tragedia.

Para muchos críticos es una mezcla entre existencialismo y el realismo mágico.  Para la página Lecturalia, esa fue la clave para conseguir varias obras trascendentales, entre ellas: El País de las últimas cosas, El Palacio de la Luna o Leviatán.

Auster fue también un gran amante del cine y de la poesía. Además de todo lo dicho, está “Creía que mi Padre era Dios”. (Anagrama, 2006). En esta obra, fuera de todo formato, el autor invita a la audiencia de un programa de radio a contar una historia verdadera. Como se lee en la solapa del libro, “la mayoría de las historias son intensos fragmentos narrativos que combinan sucesos ordinarios y extraordinarios”. Cada historia tiene nombre, fecha, firma para registrar su veracidad, en fin, esos detalles que al terminar de leer, resulte obligatorio descansar unos segundos y mirar por encima del libro antes de seguir.

Sirvan entonces (ojalá así sea) estas pocas letras, como un incentivo a la lectura de un hombre terrenal, obsesivamente crítico como Auster.

Resta incluir que ganó algunos premios destacados como el Príncipe de Asturias (ahora Princesa de Asturias que ganó Siri Hustevdt), sin embargo, esos detalles, parecen ser de menor importancia en la trayectoria de un hombre que siempre estuvo a la altura de todos, de un hombre a la altura de la vida.

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